Primogénito varón, orgullosos padres que por fin tenían a su primer hijo en sus brazos. La novedad, como si fuera un nuevo juguete que habían adquirido después de haber ahorrado 9 meses. Mi madre, como toda mama cuervo, siempre ha sostenido que el color de mis ojos era violeta. Lastima que no contaban con una cámara digital para poder constatar esa afirmación.
De los primeros días de vida, como todo mundo; pues no puedo recordar absolutamente nada. Tal vez un vago recuerdo venga a mi mente pero es preferible no citarlo para no caer en alguna divagación e imaginación de algún hecho que nunca paso. Por tal motivo omitiré algunas cosas.
Jugaba mucho con mis primos maternos, BibianaU, Ericka, Janet, Adrian, y claro mis hermanos. Como Bibiana era la mayor, la veíamos como autoridad. Bibis era como na madrasta; siempre la obedecíamos y el porque lo hacíamos la verdad no lo recuerdo. Siempre ponía las reglas. Todos los juegos que ella practicaba en la primaria, tenia la costumbre de implementarlos en las tardes de ocio, en la casa de mi abuelita Soledad. Las escondidillas, casuelitas, cebollitas, chicote, avión, con las riatas, toro, jugaremos en el bosque, al doctor, a la mama y el papa, fonomimicas, congelados, pastel partido, gato, tripas de gato, timbiriche, policías y ladrones, acampar y muchas más que se le ocurría a Bibis.
Aunque siempre veíamos como nuestros padres se peleaban mutuamente, eso no nos importo, y siempre estábamos juntos jugando. Aquellas escenas parecían a los capítulos del chavo. Ericka y Jane parecían a la Popis, siempre se la pasaban de ñoñas y acusando a la gente. Adrian parecía Kiko, lloraba por alguna cosa que hiciera y luego presumía sus juguetes, vale recalcar que tenía los discos de Kiko y se sabía las letras. Bibis era ñoño porque pues estaba gordita y del chavo, mmm no crean que voy a decir que era yo; para nada.
Con mis primos paternos era otro rollo. El ambiente era muy diferente por el hecho de que reservaban sus broncas y si mi memoria no me falla nunca los vimos discutir como era el caso e la casa de mis abuelos paternos. Ellos solían ser un poco diferentes, por el hecho de ser más varones que mujeres. Con ellos jugábamos más al contacto a lo rudo, los deportes y los video juegos. Aparte que solíamos ser más hipócritas. Con ellos yo era el gandalla y el que mandaba, creo que allí desquitaba lo que no hacia en la casa de mi abuelita. Aquí era más notoria la participación de los padres dentro del juego. Nos íbamos en busca del campo y jugábamos volleyball, basketball, soccer, bueno hasta saltar la riata (en el buen sentido de la palabra) o simplemente caminar; el chiste era pasar una tarde juntos y disfrutar el paisaje que a veces nos tocaba ver.
Cuando regresábamos de la caminata o de ir a jugar, era clásico que mi mama o mis tías hicieran algo de cenar, ya fuera tortas de frijoles con chorizo, o alguna otra cosa, pan de dulce y café. Y después sacaban la baraja y a jugar se ha dicho. Mi tío había comprado unas fichas y jugábamos todos al póker o viuda negra (un juego que en la prepa lo hice algo popular entre los cuates). Las trampas estaban al por mayor, te tenias que cuidar de todo el mundo; incluso de las tías porque luego solían ser mañosas, bueno creo que hasta la fecha y así seguirán. Eso parecía una rutina dominguera que en verdad nos sirvió mucho para convivir con nosotros mismos.
jueves, 8 de mayo de 2008
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